El Carpío nació oficialmente como asociación cultural el 22 de noviembre de 1978, fecha en que fueron aprobados sus estatutos por la administración, pero su actividad comenzó un año antes, hace justamente 40 años, cuando Juan Antonio Jiménez consiguió que el Ayuntamiento cediese el antiguo convento de San Francisco para convertirlo en centro cultural.
Hasta entonces el convento había sido utilizado como cárcel, por tanto la primera actividad que emprendió el grupo fue derribar los muros de las celdas para reconvertirlas en espacios abiertos, en salones donde hacer exposiciones, dar conferencias, exhibir películas, salas donde ensayar grupos de música o practicar
el revelado de fotografía. En definitiva, se estaba liberando un espacio para que la actividad cultural pudiera desarrollarse. En una España que estaba comenzando a recuperar sus libertades, la iniciativa fue recibida de forma entusiasta por un amplio grupo de estudiantes, maestros, profesionales de todo tipo y jóvenes que, con su contribución voluntaria y totalmente desinteresada, se pusieron manos a la obra, literalmente, y acabaron transformando una cárcel en una casa
de y para la cultura.
Fue Juan Antonio Jiménez, verdadero impulsor del proyecto, quien sugirió el nombre de la asociación y se aceptó que se llamara El Carpío, un término muy madridejense, aunque ya en desuso, pero que condensa de forma muy certera los objetivos de la asociación. Esta pretendía dar un carpío a la población, es decir, dar un toque de atención a los madridejenses para que comenzaran a valorar, proteger y conservar su patrimonio cultural, así como promover todo tipo de
actividades culturales y acercarlas al conjunto de la población.
Así, con este doble objetivo, el grupo comenzó a desarrollar una actividad frenética: a la vez que se llevaban a cabo las obras de reconversión de la futura Casa de la Cultura, se programó una semana cultural en verano del 77 con diferentes actividades (teatro, cine, actuación de grupos folklóricos, conferencias, etc.) que tuvieron una gran acogida popular. Además, en la Feria, se montó una gran exposición en el ayuntamiento con objetos de diferentes artesanías populares
cedidos por los vecinos de nuestro pueblo, que tuvo un gran éxito, y que hizo que los madridejenses conocieran y comenzaran a valorar su rico patrimonio cultural popular. A partir de aquí y hasta los primeros años 80 las semanas culturales se siguieron realizando y se creó un cineclub.
Tras este fulgurante comienzo, la actividad del grupo fue languideciendo hasta llegar a cesar en su actividad a mediados de los años 80. Sin embargo, eso no supuso su desaparición ya que, tras el fallecimiento de Juan Antonio en 1992, el grupo tomó nuevo impulso y se marcó como objetivo el crear un museo etnográfico como había sido voluntad de su difunto promotor. Así, se convocó una reunión abierta a todas las personas interesadas en el nuevo proyecto. A ella
acudieron varios antiguos componentes de El Carpío y otras personas que no habían pertenecido a él. De esta forma, el grupo se renovó y decidió hacer en San Francisco una exposición etnográfica en la feria de 1993 con el fin de dar a conocer el proyecto y sus posibilidades. Esta muestra tuvo una gran aceptación popular y supuso un verdadero revulsivo para el grupo. En años sucesivos se siguieron realizando exposiciones sobre mantones de manila, juguetes, bordados, alfareros y herreros, todas ellas con gran éxito, pero el objetivo del grupo parecía inalcanzable. No obstante, la restauración de la Casa Grande a mediados de los años 90 y su conversión en Casa de la Cultura dejaba libre el convento de San Francisco y el grupo pensó que había llegado el momento de crear el museo etnográfico en él. Las exposiciones habían supuesto un enorme trabajo ya que todas habían sido posibles a la cesión de los diferentes objetos por parte de los madridejenses que el grupo tenía que recoger, catalogar y finalmente devolver; también habían servido para concienciar a la gente del valor de todos esos objetos, pero el objetivo del grupo era crear una exposición permanente, es decir, crear un museo.
Llegado a este punto, el grupo decidió no realizar más exposiciones y solicitar a finales de los 90 el antiguo convento al Ayuntamiento para crear el ansiado museo etnográfico, pero las corporaciones municipales de aquellos años no vieron viable el proyecto y, por tanto, quedó postergado hasta que a partir del 2003 una nueva corporación municipal recibió una subvención para restaurar el convento y dio luz verde a su realización. A partir de aquí el grupo comenzó las tareas
de petición, recolección y restauración de objetos para que, una vez acabadas las obras en el convento, se pudiera empezar a montar el museo. Mientras esas obras se llevaban a cabo, el grupo remodeló el silo del tío Zoquete y restauró el silo del Colorao, una peculiar y asombrosa muestra de arquitectura popular.
Finalmente una nueva idea surgió. Los museos etnográficos habían proliferado por toda España y, más o menos, su contenido era, en líneas generales, parecido en todas partes, sin embargo Madridejos podría ofrecer en su museo algo diferente, específico e insólito en ese momento y que haría más atractivo al museo: se trataba del azafrán. Es así como el museo etnográfico comenzó siendo un museo del azafrán que tanto éxito ha tenido y que ha contribuido a dar a conocer
a nuestro pueblo por todas partes. Así, en el año 2008 se inauguró el Museo del Azafrán. Después el grupo fue completando los demás apartados que conforman el actual Museo Etnográfico: partes de una casa, la escuela, la matanza, la religiosidad popular y la carpintería.
En la actualidad el grupo sigue ampliando el contenido del museo con sus trabajos de recogida y restauración de objetos. También colabora con el Ayuntamiento a través de un convenio en la limpieza del museo y de los silos, en las visitas guiadas a los mismos y en las Jornadas del Azafrán.
Asociación Cultural «El Carpío»