sacerdotes madridejos

Comienza un soneto precioso, atribuido a Lope de Vega, diciendo:

Qué tengo yo, que mi amistad procuras,
qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras.

Cuando bajo a la ermita del Santísimo Cristo del Prado, muchas veces me vienen a la cabeza estos versos. Porque realmente, ahí está Él, siempre, a nuestra puerta, los días y las noches, de verano o de invierno, mejores o peores… ahí está Él, siempre, “procurando mi amistad”. Qué tengo yo, que mi amistad la procura el Señor del cielo y de la tierra, el que tiene todo en su mano. Y la procura hasta dar la vida por mí. Grandioso el misterio del amor de Dios manifestado en la cruz.

Los días de feria han de ser para nosotros, cristianos, sobre todo días para esto, para preguntarnos quién soy yo para Él, qué ve en mí para que esté siempre a mi puerta, mendigando mi amistad. Y por ello, días de asombro, de profunda gratitud a Aquel que siempre está y estará ahí, en su ermita, con nosotros. Y sólo así, centrando nuestra mirada en Él, estos días serán de gran alegría, la alegría sana y santa de sabernos amados hasta el extremo, alegría que va mucho más allá de lo que podamos celebrar estos días, que dura siempre.

Son días para que nos miremos así también los unos a los otros. ¿Quién es este, que está a mi lado, que es capaz de suscitar en Dios el deseo de ser su amigo? ¡Qué valor tan grande el de cualquier persona! Y sólo así, mirándole a Él, podremos vivir estos días de una forma fraterna, porque sólo el amor de Dios nos hace entender la grandeza de cada hombre, y que, además, cada hombre es mi hermano en Cristo.

Pero el soneto continua:

Oh, cuánto fueron mis entrañas duras
pues no te abrí, qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud, el hielo frío,
secó las llagas de tus plantas puras.

Estos son también días para pedir perdón al Señor, por tantas veces que, estando esperando a mi puerta, en su ermita, no le he hecho ni caso. Para pedir perdón porque no he querido tener una relación de amistad intensa con Él. Porque tampoco le he sabido ver en mis hermanos. Pero pedir perdón con un deseo profundo de conversión, de dejar que este año Él me cambie, me transforme, me conceda un corazón parecido al suyo.

Son días, en definitiva, para estar especialmente atentos a nuestro Cristo. Estoy convencido de que, como os decía, sólo así los viviremos con una alegría intensísima, y con un profundo sentido fraternal, como una verdadera familia.

Le pido al Santísimo Cristo del Prado todo esto para nuestro pueblo. Que nos ayude en este tiempo todavía de pandemia, difícil, que estamos viviendo. Que nos cuide y nos proteja de tantos males que nos amenazan. Que nos auxilie siempre. Pero sobre todo, que nos acerque mucho más a Él, para que así, nos acerquemos mucho más los unos a los otros.

Que Dios bendiga a Madridejos en estas ferias y siempre. Los sacerdotes de vuestra parroquia os deseamos a todos felices y santas fiestas.